Saturday, August 6, 2011

Hambre de Dios

A mis amigo(a)s cibernautas:
El Señor nos ha dado una diversidad de apetitos, que son esenciales para nuestra supervivencia física. Pero también ha creado en nuestros corazones hambre espiritual. David era un hombre que reconoció y sintió este anhelo por el Señor. En los salmos lo encontramos meditando, ofreciendo alabanzas, o clamando a Dios. Su mayor gozo era estar en comunión íntima con su Padre celestial.
El hambre de Dios es el deseo de conocer y acercarse más a él. Lamentablemente, este anhelo está aletargado en la vida de muchos creyentes. Son salvos, pero no tienen un firme deseo de aumentar su conocimiento de Dios. Uno de los problemas es que nuestra sociedad está llena de todo tipo de cosas que se apoderan de nuestros intereses y afectos. Estos placeres e intereses compiten con Dios por nuestra atención, exigiendo nuestro tiempo y esfuerzos.
La buena noticia es que el anhelo de Dios puede ser despertado si estamos dispuestos a cambiar nuestras prioridades e intereses. Aunque cultivar el deseo del Señor toma tiempo, el gozo que experimentaremos es duradero, y las recompensas, eternas. Usted querrá tener una relación más rica con Dios. De hecho, cuando su hambre del Señor se despierte, él le abrirá su corazón y su mente para que tenga mayor comprensión y deseo de Dios.
Si tenemos ansias del Señor, él nos dará gozo y despertará un anhelo más profundo de él en nuestra alma. A diferencia del hambre física, el deseo de Dios nos satisface, pero, paradójicamente, nos deja con hambre. Cuanto más satisfechos estamos con Cristo, más queremos de él.

Estamos ante “otra casualidad”: hoy nos ha llegado esta reflexión que, me parece, da seguimiento a nuestras consideraciones del día de ayer acerca de los llamados “niveles” de la fe de los creyentes; veremos si Dios nuestro Señor nos permite alguna(s) enseñanza(s) que nos ayuden en nuestro inquebrantable propósito de avanzar día con  día en el conocerle más y en el fortalecimiento de nuestra fe para llegar a tener una íntima comunión que sea el sentido de nuestra vida entregada sin condición alguna a nuestro Señor y Salvador… Por supuesto que vivimos en un mundo con hambre de Dios, porque lo hemos hecho a un lado sin tomarlo en cuenta en nuestras vidas y hasta llegando al extremo de no tan sólo ignorarlo sino hasta contradecirlo, por eso es que somos testigos de tanta confusión, de tanto desorden, de tantas y tantas vidas que diariamente se pierden en un camino hacia la nada: un mundo que se obsesiona por el placer –en toda la extensión de su significado- de vivir siguiendo “recetas” que no signifiquen esfuerzo alguno, cuando Jesús es muy claro al decirnos que “quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” y aunque la mesa está servida con su amor incondicional, no hay “pase automático” como en las escuelas mediocres o corruptas… No nos equivoquemos al creer que basta con sólo cumplir con las reglas del templo al que se asiste, ni siquiera con tan sólo cumplir con los diezmos, el Señor quiere nuestro corazón mismo que no puede estar repartido… “nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24 NVI).

“así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados der mi no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:4-5 NVI).
Gracias Padre por este nuevo día, gracias por la luz de tu Palabra, gracias por enseñarme que es de tontos el pretender “jugar a las escondidas” contigo, gracias porque me has esperado con todo tu amor y paciencia… Te pido Señor no me deseches, yo necesito de tu vara y de tu cayado porque mi mayor anhelo es vivir y morir en una completa y santa comunión contigo, toma en tus manos de bendición mis debilidades y pon en mí tanto el querer como el hacer para que en todo momento viva y piense yo de acuerdo a tu santa voluntad, de lo pido en el nombre glorioso de Jesucristo, mi Señor y Salvador, amén!...

Tijuana, B. C., agosto 6 del 2011

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