A mis amigo(a)s cibernautas:
Si frecuentemente dices: “Yo no he llegado a tanto”, cuando observas sufrimiento, caídas, adicciones en los demás y te sientes diferente porque no estás tirado en la calle, porque no has llegado a robar, porque aún tienes familia o a alguien que cree en ti. Ten cuidado, eso es soberbia que se nutre del autoengaño y te prepara para una caída más grande, una caída mayor. Cuando la vida, las circunstancias o tu propio deseo de cambio te lleve a confrontar el error, obsérvalo en su real magnitud, no disfraces, no disimules, no justifiques, ni evadas, ni delegues culpa o responsabilidad en los demás. Si no has llegado a tanto, date cuenta de que no ha sido por virtud sino por la Gracia de alguien infinitamente grande, de un Ser Supremo que tiene un plan perfecto para ti. Y no te confundas, no vuelvas a creer que eres el único, que lo bueno sólo es para ti, pues el plan de Dios es divino para todos y para cada uno de los hijos de Dios, y cada uno tiene que manifestar la gloria que está sembrada en el corazón como una semilla de esperanza, y es la que te mantiene de pie, la que te impulsa a luchar a pesar de la adversidad, porque la genuina transformación interior se realiza enfrentando la materia, sólo aprendiendo del error para no volver a cometerlo, ya que, error que no se enfrenta mantiene la condena de inconsciencia que te impulsa a repetirlo mil, ocho mil veces. Cuando pretendes cambiar y poner un alto al sufrimiento, es fácil caer en la tentación de sentirte ligero y pensar que no llegaste a tanto; de momento te hace sentir mejor. Perdóname, eso es autoengaño que nutre a la soberbia y alienta la inconsciencia. No pretendo torturarte ni llenarte de culpas, por el contrario, la invitación es para librarte de ellas, pero para que haya un arrepentimiento tiene que haber contrición, esto es dolor, dolor que duele, vergüenza que avergüenza, conciencia que te invita a reflexionar y cuestionarte: “¿Cómo es posible que siquiera yo haya aceptado en mi mente estos pensamientos o estos deseos en el corazón o esta situación?” “Me preocupé más por ocultarlo que por enfrentarlo. Como si por el hecho de que los demás lo supieran o no, mis acciones fueran positivas o negativas, dignas”. Si no lo haces así, insisto, corres el riesgo de repetir una y mil veces el mismo error y de pensar que Dios te castiga y, así, convertirte en una persona cruel e injusta, porque vas a juzgar y condenar en los demás lo que tu mente inconsciente te reclama a ti. “Yo no he llegado a tanto”. No te envanezcas ni te sientas superior a quien ha caído y ha mordido el piso, ha tragado sueños y derramado lágrimas. Tu salida verdadera es enfrentar el error en su real magnitud, darte cuenta del daño que causaste o que pudiste causar, para nunca volver a cometerlo; no puedes ofrendar esa flor al Creador y a la vida si no te ha dolido lo suficiente; pero recuerda que el dolor deja de ser dolor no porque llores o te amargues la existencia, sino por conocimiento, por conciencia. ¿Qué te duele? ¿Qué los demás se den cuenta, o haberlo cometido, haberlo aceptado, haberlo pensado siquiera? No hay arrepentimiento ni perdón genuino si no hay contrición y la contrición es dolor, es vergüenza, en donde no se minimizan los actos, sino que se ven en su real magnitud. “No he llegado a tanto”. Ten cuidado, pues de nuevo se hace presente el autoengaño que alimenta a la soberbia y cuando logres darte cuenta de que si no llegaste a tanto no fue por propia virtud o inteligencia sino por la Gracia de un Ser Supremo, que cuida de ti y vive en ti.
Entonces estás preparado para dar gracias infinitas al Creador y mantenerte humilde y, así, si aun tienes familia, trabajo y tantas cosas que son bendiciones del Creador, agradécelas y bendícelas para que se multipliquen, y sé fuerte en la verdadera fortaleza que surge de enfrentar un error, para jamás volver a cometerlo. Deja de cubrirte con la máscara de hipocresía y autoengaño que te hace pensar que… tú no has llegado a tanto. Con esta sensación, una herramienta más de conocimiento para enfrentar y transformar la realidad. Respira profundo, exhala suavemente por los labios y da gracias al Creador por permitirte escalar un peldaño más de libertad.
(tomado del libro “las más bellas reflexiones de la doctora Levinstein; editorial Panorama)
¿Yo, alcohólico?... no he llegado a tanto, fue la forma como expresé durante muchos años mi negación, para volver a caer con todas las consecuencias negativas que en todos los órdenes ello significó… Hubo que aceptarlo para ser consciente de mi problema y para ponerlo en manos de Dios, porque para Dios nada es imposible! Aleluya…
Medirnos con los parámetros humanos –la llamada “aceptación social”- nos lleva a la pérdida de nuestra identidad y terminamos siendo manipulados por “lo social” en donde hasta se llega a validar aquello de “malo es robar… si te agarran”…
“Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:8-9 NVI).
Gracias Padre por este nuevo día, gracias por la luz de tu Palabra, gracias por esta nueva vida que me das en Cristo Jesús, te pido Señor me concedas el mayor anhelo de mi corazón que es el vivir y morir en una completa y santa comunión contigo, te lo pido en el nombre glorioso de Jesucristo, mi Señor y Salvador, amén!
Tijuana, B. C., julio 31 del 2011
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