A mis amigo(a)s cibernautas:
Es bueno hacer una pausa de vez en cuando para evaluar dónde estamos espiritualmente. Todos los cristianos estamos en alguno de los tres niveles de la fe. Aunque todos pasamos tiempo en cada uno de ellos en algún momento de nuestra vida, nuestro objetivo debe ser ascender siempre.
El nivel 1 es el de la poca fe. Esta etapa se caracteriza por la dificultad de creerle a Dios. Tenemos la esperanza de que él responderá nuestras oraciones, pero no estamos seguros. A veces se cuelan las dudas, porque vemos la situación, no al Señor y su Palabra. O quizás nuestro problema es que no sabemos lo que Dios ha dicho en la Biblia, y por eso no tenemos nada para afianzar nuestra fe.
El nivel 2 es de la fe grande. Me gusta llamarlo "fase de ensanchamiento de la fe", porque implica esforzarse para creerle al Señor más y más. Los cristianos en este nivel comienzan a afirmarse en la verdad de la Palabra. Cuando dejamos que ésta moldee nuestro pensamiento, podemos saber que él nos concederá nuestras peticiones.
El nivel 3 es de la fe madura. Este se caracteriza por el descanso en la confianza de que el Señor ya nos ha concedido lo que le hemos pedido. Cuando nuestras peticiones cuadran con su voluntad, ellas son un hecho consumado. Nuestra tarea es sencillamente darle las gracias y ver cómo su promesa se convierte en realidad.
No importa en qué nivel esté usted hoy, el Señor quiere que siga ascendiendo. Permanecer en su Palabra es la única manera de avanzar. ¿Cómo podemos creerle a Dios si no sabemos lo que él ha dicho que hará? Pero si usted sabe lo que él ha prometido, persevere; no se rinda.
Todos tenemos el riesgo de dudar, de temer, ante las circunstancias de la vida, está presente la posibilidad de que, ante diferentes circunstancias, vivamos los tres niveles de fe a los que se refiere nuestra reflexión de hoy y ello nos debe hacer recapacitar en la dimensión de nuestra falta de crecimiento y fortalecimiento en nuestra fe, es decir, en nuestra muy personal, muy íntima relación con Dios nuestro Señor… Les invito a que me acompañen en las siguientes consideraciones:
El nivel 1 es el de la poca fe: hasta Pedro se vio en esta situación… “Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ¡Señor, sálvame!” (Mateo 15:29-30 NVI)… Es frecuente que critiquemos a los Discípulos de Jesús por no reconocer que andaban con Dios hijo, y nosotros ¿con quién andamos?...
El nivel 2 es de la fe grande: se avanza en nuestro conocimiento de Dios nuestro Señor, arrastrando todavía los “lastres” mentales de pretender comprobarlo todo, es decir, se duda… “Señor –dijo Felipe- muéstranos al Padre y con eso nos basta. –Pero Felipe, ¿tanto tiempo llevo ya entre ustedes y todavía no me conoces? (Juan 14:8-9 NVI).
El nivel 3 es de la fe madura: se alcanza una completa comunión espiritual con Dios nuestro Señor, como dice Pablo: “porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21 NVI). Al descansar TOTALMENTE en Él, su Espíritu Santo fluye a través nuestro y fructifica en nuestro corazón: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas” (Gálatas 5:22-23 NVI)
No se trata de que haya 3 niveles y tengamos que recorrerlos como si fueran grados escolares, lamentablemente le “sacamos tanto la vuelta” que no deja de ser frecuente el que tengamos 333 niveles y sigamos en derrota… lo que debemos –necesitamos diría yo- plantearnos es: ¿QUÉ ESTAMOS ESPERANDO PARA QUE LAS PROMESAS DE NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR SE HAGAN REALIDAD EN NUESTRAS VIDAS?... Dejemos de hacerle al “teólogo”, abre tu corazón de par en par, sin reserva alguna y entrégaselo a Cristo, nuestro Señor y Salvador, deja que Él conduzca, dirija, guíe, controle tu vida… “todo el que confíe en él no será jamás defraudado” (Romanos 10:11 NVI).
“Dios es espíritu y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4:24 NVI).
Gracias Padre por este nuevo día, gracias por la luz de tu Palabra, gracias porque yo fui ciego por muchos años y ahora veo gracias a ti… Padre, nada puedo hacer para cambiar lo pasado, ayúdame a vivir los días de vida que tú me des en una completa y santa comunión contigo, que amarte, honrarte, alabarte y bendecirte con todo mi ser, mi saber y, sobre todo con mi quehacer, sea el motivo de mi vida, te lo pido en el nombre glorioso de Jesucristo, mi Señor y Salvador, amén!...
Tijuana, B. C., agosto 5 del 2011
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